Roberto Conduru

Art Nexus (Outubro 2017)

Reflexions on the Horizon fue creada a partir del impacto que Frida Baranek recibió del paisaje de la Deering Estate ́s Mission, en Miami, en donde es artista residente desde octubre del 2016. La instalación está compuesta por siete elementos articulados a las palmeras, constituidos por rollos de cuerda que tienen es sus extremidades placas de acrílico de diversos colores y grabados curvilíneos, y están colocados para que las personas los manipulen y establezcan diversas relaciones con ellas mismas y con el ambiente. Así, ellas son incentivadas a aproximarse a la amplitud multisensorial de la naturaleza y a percibirla a través de lentes coloreados que reverberan tonos de la fauna y la ora local. Proceso en el cual, dada la transparencia de las placas de acrílico y su naturaleza reflectiva, las personas se inmiscuyen en las cosas y en el ambiente simultáneamente, se (re)ven, se proyectan en el paisaje y lo ven a través de sí.

Así como estas placas de acrílico y estos rollos de cuerda, los trabajos recientes de Frida Baranek pueden leerse como lentes con los cuales rever su obra, como hilos con los cuales trazar de nuevo su singular trayectoria, iniciada hace más de tres décadas en Río de Janeiro, donde ella nació.

Motivada por aquel sitio específico, Reflexions on the Horizon puede conectarse con las intervenciones que ella realizó en el paisaje de Río de Janeiro a mediados de los años ochenta, de cuño sociopolítico y existencial. Playa, laguna y calle fueron espacios de la ciudad que la estimularon para concebir instalaciones insólitas, con objetos generalmente agigantados: una cauchera constituida por una faja de caucho conectada a un árbol y un bloque de piedra; una boya que circundaba una isla rocosa en la laguna Rodrigo de Freitas, después hundida en la piscina de la Escuela de Artes Visuales, durante la exposición “Cómo va Ud. generación 80?”, que en 1984 celebró a la nueva generación de artistas que irrumpía en la escena cultural brasilera; un globo fijado al mismo islote, que permaneció como intervención gráfica, y otro globo patas arriba, articulado a una piedra sujeta al techo de la Petite Galerie, en donde ella realizó su primera exposición individual, en 1985. Otras obras de aquel período también estaban constituidas, de manera irreverente, por inversiones y yuxtaposiciones inusitadas. Causaban sensaciones dispares de atracción y amenaza, deseo e impotencia, delirio, estancamiento e imposibilidad, instauraban una ambigüedad que reprocesaba con ironía crítica el clima cultural del final de la dictadura civil-militar que imperaba en Brasil desde 1964.

Reflexions on the Horizon también refuerza un asunto que ha ganado prominencia en su trabajo reciente: la posibilidad de manipulación de las obras por parte del público, como en la serie Cambio de juego, del 2014. Incentivadoras y hasta dependientes de la participación de las personas, hacen explícita la interdependencia de sujeto y objeto en la experiencia artística; estas obras evidencian cómo se nutrió Frida Baranek, en el inicio de sutrayectoria, en el ambiente artístico brasilero.

Como otros integrantes de la llamada Generación 80, ella es una artista cuyos diálogos con artistas de generaciones precedentes conjugan continuidad y diferenciación, respeto, pero no reverencia e inmovilismo, ayudando a delinear encadenamientos de ideas y obras, artistas y movimientos que han constituido un territorio singular para el arte en el Brasil. Sus estudios con João Carlos Goldberg, en la escuela de Artes Visuales, y con Tunga, en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, así como el diálogo especial que mantenía con Cildo Meireles, ayudan a entender por qué sus obras derivan menos de las prácticas de esculpir, modelar y fundir, y más del desdoblamiento de la escultura como modo de experimentación con objetos, espacios y cuerpos. El humor algo libidinoso que aora aquí y allí incentiva el vínculo de su trabajo con los de Lygia Pape y de Tunga. La unión de materialidad industrial y organicidad antropomórfica, que es una de los rasgos característicos de sus obras, la conecta con Lygia Clark, especialmente con sus metálicos Bichos y cauchosos Trepantes. Referentes que persisten, incluso en sus recorridos por el mundo y su actuación a partir de diferentes contextos, proceso en el que ha ido incorporando otros interlocutores, entre los que se destaca su asociación con Joan Hall en el grabado. Asumida por la artista, Mário Pedrosa es una referencia clave para Reflections on the Horizon, con sus elementos transitivos, dispuestos para las intervenciones de otros, carentes de sus interacciones activas para iniciar la experiencia artística.

La apertura a la participación también está presente, aunque con diferente alcance, en Nos y Situation, de 2016. En estas series, como en muchos trabajos de Frida Baranek, el reordenamiento de los componentes está previsto en la estructuración de las obras, que no están conformadas en forma definitiva, pudiendo ser remontadas de acuerdo con los principios establecidos por la artista. Para ella ha sido vital mantener un tanto de incertidumbre.

Indeterminación morfológica que ganó más respaldo a partir de su reflexión reciente sobre el Principio de Incertidumbre de Werner Heisenberg. Entretanto, como en Cambio de juego, en estas nuevas series la manipulación es casi imposible. La fragilidad y la delicadeza de los componentes vítreos o cerámicos limitan aún más el manoseo de las personas. Al frustrar la invitación que hacen, las obras indican la existencia de límites impuestos personal e institucionalmente a la participación creativa, en su obra, en el arte, y más allá.

La relativa indeterminación morfológica que traspasa su trabajo es una forma de lidiar con la crisis de la obra de arte como paradigma de producción de los artefactos y, en consecuencia, del ambiente. También es una estrategia para (re)configurar una subjetividad artística en medio de coyunturas inestables y cambios fuera de control, ya sea en su vida, o en el mundo contemporáneo. No solo las piezas individuales, sino también el conjunto de ellas se modifican al ser reubicadas. A medida que Frida Baranek desarrolla su trabajo, reestructura sutilmente su obra. Más que aumentar numéricamente el total, las nuevas partes lo recalifican, atenuando o acentuando escogencias previas, líneas y puntos de fuerza, idiosincrasias, excepciones, así como abriendo otros frentes de acción.

Otra constante es fundamental para alcanzar la sutil incertidumbre morfológica que caracteriza su obra. Habiendo evitado casi siempre plasmar definitivamente sus esculturas, Frida Baranek ha preferido soluciones susceptibles de remontajes. Perceptible en su trabajo desde el inicio, esta característica proviene menos de las dificultades para fundir y esculpir en el Brasil, existentes antes como ahora, y más de su escogencia por la movilidad de los objetos tridimensionales, característica que unica su obra, englobando lo que usualmente se llama escultura y grabado por la persistencia de las convenciones artísticas. Con todo, es preciso resaltar que este tipo especial de permanencia no fue propiamente una opción, y sí una estrategia para enfrentar las limitaciones impuestas por su tránsito entre Brasil, Europa y los Estados Unidos, desde los años ochenta. Manteniendo un taller en Río de Janeiro, Frida vivió y trabajó en São Paulo, París, Berlín, Nueva York, Londres; actualmente está radicada en Miami. Pudiendo migrar como la artista lo ha hecho hasta ahora, pocas veces sus obras son pensadas para arraigarse en un lugar. En general, pueden ser desmontadas, transportadas a otros lugares y remontadas, siendo posible acomodarlas en diferentes contextos sin mayores dificultades. Hasta las obras que fueron realizadas para sitios específicos, una pequeña fracción del conjunto, son a veces readaptables; es el caso de Reflections on the Horizon, que fue reinstalada en el Miami Beach Botanical Garden, en julio del 2017.

Los procedimientos usados también contribuyen a la movilidad y las mudanzas que les son propias. Así como amontonó pedazos en Nos y apiló lajas en Situation, en otras obras Frida Baranek juntó, yuxtapuso, acopló, agregó, sobrepuso, entrelazó, colgó y atravesó componentes y materias. Sin expresar las tensiones físicas y químicas en juego en las piezas, ni enfatizar los elementos de conexión o soporte, mucho menos explicitar los esfuerzos necesarios para ejecutarlas, ella generalmente produce arreglos morfológicos que aparentan ser casuales, casi aleatorios, pero que en realidad se justifican por los sentidos que asocian las imágenes de las que provienen o a las que aluden.

Nos y Situation también permiten ver cómo, en paralelo a las intervenciones en el espacio público y la producción de grandes piezas, Frida Baranek ha hecho obras de menor porte, casi portátiles. Las dimensiones de las piezas en porcelana se aproximan a los grabados que viene realizando desde 1991. Además de enfrentar sin temor desafíos grandiosos, también está impulsada por acciones en principio menores. Aunque transite entre lo pequeño y lo grande, sus obras en general se sitúan en la escala cotidiana del cuerpo humano. Independientemente de las dimensiones, prefieren lo prosaico, evitan lo monumental.

La diversidad de materiales es otro trazo característico del trabajo de Frida Baranek. Así como ciertos lugares y objetos, también los materiales la han motivado desde el comienzo. La experimentación con porcelana, así como con placas de acrílico, cuerdas de yute, cables telefónicos, planchas y cintas de madera, iniciada en las series recientes, es un indicio de su atracción por materias procesadas o conformadas como artefactos. No por acaso, en su dirección electrónica (http://www.fridabaranek. com), la sección de grabados tiene papel y seda como palabras clave. Otro ejemplo de cómo los materiales la instigan más que las técnicas se encuentra en sus obras cerámicas, en las que la experiencia corpórea con la arcilla importa más que los procesos de quemado.

Las series recientes rearman su atracción por materiales característicos de la cultura posindustrial, comunes tanto en los espacios exteriores y colectivos como en los ambientes domésticos de las ciudades globalizadas. Lo que determina un espectro bastante amplio. Aunque los metales sean una constante en su obra, no parece haber una materia ideal para ella. Los materiales pueden tener origen mineral, vegetal y animal; pueden ser excepcionales o corrientes y hasta banales; pueden ser usados desde tiempos remotos, impregnados por tradiciones artísticas y culturales, o ser invenciones recientes, novedades identificadas con el tiempo presente. Entretanto, si no hay materiales elegidos a priori, ellos no son intercambiables. Esto vale más para las técnicas, a las que recurre conforme a la necesidad. En Abysm with Thread, de 2017, por ejemplo, en el corte láser de la pieza de madera se conjugan procedimientos de dibujo, grabado y escultura para generar volúmenes con línea, línea y planos a partir del volumen, que, con colores y texturas, provocan contrapuntos: orgánico x inanimado, amorfo x estructurado, orden x irracionalidad.

En relación con los materiales, ella nunca es indiferente. Algunos no le dicen nada, en tanto otros la atraen. Ella se apropia de estos, los experimenta y reacciona: así como puede seguir explorando, puede dejar de hacerlo. Importan sentidos y sentimientos invertidos en cada momento. De cualquier manera, los materiales no existen aisladamente, sino articulados con los demás elementos que ella moviliza en su experimentación artística.

Recientemente, ha explorado tanto los colores propios de los materiales y elementos escogidos como el color en sí, como ocurre en la serie Cambio de juego y en Reflections on the Horizon, donde hacen eco tonos de la fauna y la ora de la Deering Estate ́s Mission. Mientras que el color es un elemento que, aunque no estuviera ausente, apenas recientemente ha ganado mayor relevancia en su trabajo. Las líneas grabadas en las placas de acrílico de Reflections on the Horizon remiten a otra constante de larga data en la obra de Frida Baranek. Si en el comienzo de su trayectoria predominaron los objetos exagerados, disfuncionales, irónicos y ambiguos, después ella configuró marañas y rellenos que persisten hasta hoy. Para armarlos, se ha valido sobre todo de una variada gama de metales, pero también de otros materiales, como indican las series Indeterminacy y Uncertainty Relations así como las obras Abysm with Thread y No Control, todas de 2017.

Por más de treinta años ella ha recurrido a cúmulos de líneas continuas o fragmentadas, generalmente curvas, que ora se alargan, ora se estancan, retuercen, voltean, doblan, se desdoblan sobre sí mismas o siguen adelante, configurando marañas más o menos cerradas, densas o raricadas, pudiendo ser triviales, crispadas, elegantes y a veces casi decorativas. Así, el grafismo reina hasta en lo que se llama escultura, aclarando un poco más su investigación en paralelo con el grabado. Frida Baranek dibuja literalmente con materias en el espacio. Volúmenes generados por líneas a los que muchas veces se agregan planos u otros volúmenes, sus dibujos tridimensionales han estructurado objetos que se acercan a volverse figuras de cuño antropomórfico, sugiriendo pieles y cuerpos, evocando seres, exhalando vitalidad.

Estos ovillos son de tal modo frecuentes, que podrían ser tomados como una firma de la artista. Con todo, van más lejos, llegan a ser elementos con los que se expresa. Así, sus diversas manifestaciones gráfico-materiales pueden ser observadas como indicios de sus humores, diagramas de sus estados de ánimo. En Uncertainty Relations III, Indeterminacy II y No Control, estas líneas presentan una desenvoltura que, unida a la exuberancia material, cromática y luminiscente de las obras recientes, indica un momento de alta carga sensorial, potente, vivaz, expansivo.

No se pueden olvidar, sin embargo, los pedazos de Nos y los cascotes de Situation. Es cierto que estas series arremeten con ironía en la condición inusitada de la obra de arte como suma de fragmentos, excepcional refugio lujoso, ruina fabricada para ser preservada ad aeternum. Mas estas series también permiten, en realidad obligan a pensar cómo belleza y crisis, humor y amargura, placer y dolor constituyen pares que traspasan la obra de Frida Baranek desde su comienzo, como se ha visto ya.

Con certeza, ella expresa lo que la afecta: hechos, recuerdos, ideas, sentimientos, anécdotas e historia. Entretanto, su preferencia por alusiones simbólicas a narrativas literales diculta la comprensión de su trabajo como mera e inmediata autobiografía. Lo que explica la coexistencia no necesariamente tranquila de lo exterior y lo íntimo en su trabajo. Como la vida, el arte es un juego que pide cómplices. La vitalidad de la obra de Frida Baranek se debe, sobre todo, al modo como ella entrelaza arte y vida en piezas que, más que extensiones de su cuerpo, son manifestaciones objetivas de su estar con el otro en el mundo.

© Roberto Conduru
Historiador de arte, Profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

Reflections on the Horizon, 2017. Installation at The Deering Estate, 7 works: Manila rope and plexiglass (pink, orange, red, dark blue, light blue, brown, green). 31 7⁄64 x 23 5⁄8 x 18 57⁄64 in. each element (79 x 60 x 48 cm). Photography: Eliseu Cavalcante. Detail: View through the plexiglass disk.
Mudança de Jogo (couro preto) `{`Game Change (Black Leather)`}`, 2015. Glass rods, leather. 49 7⁄32 x 23 5⁄8 x 19 11⁄16 in (125 x 60 x 50 cm). Photography: Stephen White.
Situation IV, 2016. Porcelain. 12 63⁄64 x 7 7⁄8 x 3 15⁄16 in. (33 x 20 x 10 cm). Photography: Max Yawney.
No Control, 2017. Steel wire, aluminum cut sheets. 59 27⁄32 x 59 27⁄32 x 23 5⁄8 in. (152 x 152 x 60 cm). Photography: Eliseu Cavalcante.
Abysm with Thread, 2017, 2017. Telephone station wire, wood laser cut. 71 21⁄32 x 24 1⁄64 x 17 23⁄32 in. (182 x 61 x 45 cm). Photography: Francesco Casale.
Inderterminacy II, 2017. Laser cut plexiglass disks, steel wire, bronze wire, 7 bronze bars (colors: orange+pink, orange+purple, orange+green, orange+dark blue). 72 3⁄64 x 59 27⁄32 x 23 5⁄8 in. (183 x 152 x 60 cm), disks have 18 57⁄64 in. diameter (48 cm). Photography: Francesco Casale.